Lecciones de las fiestas decembrinas (6)

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El fin de año es una ocasión propicia para fomentar la gratitud ante todo lo que se ha vivido a lo largo del que termina. Gratitud por el don de la vida, por el don de la salud, por el don de la familia, por el tiempo que nos han dedicado los demás, por la educación recibida, por el cariño que se nos ha brindado, por la casa que tenemos… Es una costumbre muy sana la de dedicar un tiempo el último día del año a recordar todo lo bueno que se ha vivido y agradecer por todos los favores recibidos.

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, Editorial Limusa.

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Lecciones de las fiestas decembrinas (5)

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Uno de los encantos de este mes es el tiempo del que disponemos para estar con quienes más queremos. Es importante que este periodo de convivencia familiar sea lo más agradable posible para todos. Cada uno está pasando por una etapa distinta en su vida. Procura que todos se sientan aceptados, acogidos, escuchados y a gusto. Aprovecha las buenas disposiciones. Evita a toda costa las discusiones y peleas. Fomenta el aprecio mutuo. Busca un objetivo en común en el que todos puedan ayudarse. La decoración de la casa, la puesta del nacimiento, la preparación de la cena… hay tantas actividades que unen a la familia –como el simple hecho de escuchar música navideña frente al árbol–, que sólo es cuestión de buscarlas y encontrar la que mejor se adapte a la tuya, para que todos se sientan realmente en casa.

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, Editorial Limusa.

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Lecciones de las fiestas decembrinas (4)

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Además de preparar y dar regalos, la Navidad es un tiempo para recibir. Aunque parezca muy obvio, es necesario enseñar a nuestros hijos a acoger adecuadamente lo que se les da.
Quizá recibirán regalos de mucha gente. Algunos les gustarán más que otros. ¡Qué buena ocasión para enseñarles a valorar el cariño y el que hayan pensado en ellos! Hay que ayudarles a ser agradecidos ante todo lo que reciben, sea grande o chico, caro o barato, bonito o feo. Un corazón agradecido sería el mejor regalo con el que se pudiera quedar tu hijo después de esta Navidad.

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, Editorial Limusa.

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Lecciones de las fiestas decembrinas (3)

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Se dice que en el dar está el recibir. En esta época en que se dan y se reciben tantos regalos se puede caer en hacerlo por obligación, entregando sólo lo material, pero olvidando lo que hace del obsequio algo especial: el cariño y la dedicación que lo acompañan. El presente ha de ser una manifestación de nuestro aprecio hacia la otra persona y hemos de procurar que esto sea bien expresado. Para tal fin, puedes ayudar a tus hijos a pensar en los gustos del otro, antes de que compren su regalo, y, después, invitarlos a que se tomen el tiempo para envolverlo. En ocasiones, podrán obsequiar algo hecho por ellos mismos y no sólo comprado con el dinero de sus papás: una tarjeta de Navidad, unas galletas, un dibujo, una carta… o cualquier otra cosa que les implique haber pensado en el otro y haberle dedicado algo de su tiempo.
Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, Editorial Limusa

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Lecciones de las fiestas decembrinas (2)

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Llega diciembre y uno se siente con ganas de dar. No hay que dejar pasar esta ocasión para ayudar a los hijos a crecer en la virtud de la generosidad. ¡Qué mejor oportunidad para enseñarles que no sólo hay que dar de lo que nos sobra! Esto lo podemos hacer cuando, por ejemplo, recolectemos víveres y juguetes para gente necesitada. Lo primero es ayudar a los hijos a ponerse en los zapatos de quienes los van a recibir, y pensar: ¿qué necesitan? Habrá que platicarles y enseñarles un poco sobre las circunstancias en las que viven, para que elijan el regalo adecuado.
Acto seguido, habría que preguntarse ¿cómo les gustaría recibir el regalo? Una actividad muy formativa puede ser la de arreglar, lavar, planchar, envolver, etcétera, todo lo que se vaya a donar, para que luzca como nuevo, y que se acostumbren a no dar nada que no esté en las condiciones en que a ellos mismos les gustaría recibirlo. Esto les abrirá los ojos y el corazón y será una lección que podrán aplicar en muchas otras circunstancias de la vida. Si, además, se reparten los obsequios personalmente, la alegría y el entusiasmo con los que son recibidos se convierten en un buen estímulo para seguir ayudando.

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, editorial Limusa.

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Lecciones de las fiestas decembrinas (1)

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Diciembre es uno de los meses más esperados del año. Las fiestas, los árboles de Navidad, las decoraciones, el aguinaldo, los nacimientos, las piñatas, las pastorelas, las posadas, los regalos, los pasteles, las galletas, el ponche, las vacaciones, la familia… todo contribuye a un ambiente de alegría, de paz y de entusiasmo que nos hace sentir más cerca de los demás.
Este tiempo de mayor convivencia familiar te brinda la oportunidad para fortalecer la formación de tus hijos en varios campos, como la generosidad, la gratitud, la convivencia…
Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, Editorial Limusa.

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Dimensión afectiva

Afectiva

La familia es donde, de manera ordinaria, se encuentra la primera muestra de amor desinteresado. Este amor es gratuito, no se debe a ningún tipo de cualidad o talento propio, simplemente se recibe. El hijo espera ser amado por sus papás y hermanos, sin importar cómo se porte con ellos.

Este tipo de afecto, cuando es sano, da gran seguridad en la vida y es la base de lo que se conoce como autoestima.

Pero este tipo de amor presenta un gran peligro: al recibirse gratis no se lucha por él. No buscamos ganarlo. Ante la propia familia, precisamente por el contacto habitual y la confianza que existen, muchas veces no se cuidan los modales. En ocasiones se ofende al otro, y luego sufrimos porque no recibimos su afecto.

¿Cómo se puede fomentar el afecto entre los miembros de la familia? 

  • hablando siempre bien de ellos ante los demás;
  • siendo leales con ellos;
  • buscando ayudar a cada uno a alcanzar sus metas;
  • compartiendo objetivos en común;
  • cuidando la delicadeza en el trato, que no por ser familiar, ha de perder la finura.

 

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, ed. Limusa.

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El analfabetismo ético

Ética

La sociedad de hoy necesita una auténtica alfabetización ética, que inicia por el conocimiento de la propia dignidad como seres humanos.

¿Por qué será que un joven de 14 años recurre a las drogas –que son tan dañinas–, ya sea para divertirse o para evadir alguna otra realidad? Sabemos que lo que nos mueve a todos a actuar es acercarnos a algo que consideramos bueno para nosotros. Si este chico recurre a las drogas es porque está viendo en ellas la solución a su situación anímica, o porque quiere experimentar un placer que piensa que le hará bien. Ningún joven prueba la droga para hacerse adicto, agresivo o criminal. Las consecuencias negativas nunca son buscadas directamente.

La cuestión, entonces, pasa a ser un problema de percepción.[1] Las cosas aparecen como buenas o como malas según nos afecten a nosotros. El decir groserías, por ejemplo, en sí mismo ya no se considera ni bueno ni malo: si con ellas caigo bien, son buenas y las digo, si, por el contrario, me las dirigen a mí, me ofenden y se convierten en malas. La honestidad es importante y todos somos muy honestos, pero cuando en un examen puedo ver las respuestas del otro no lo llamo trampa, sino “audacia”, que también es “formativa”. Robar es un acto impensable, pero si el otro ni se da cuenta y no le va a hacer falta… ¿qué mal puede tener que me ayude un poco con lo suyo? Y así en todos los campos de la vida: se cae en un relativismo ético en que las cosas y las acciones son buenas o malas según me beneficien o perjudiquen en cada situación. Así, aun cuando siempre me hayan dicho que la droga es mala, y conozca las posibles consecuencias, si en este momento me ayuda a evadirme, o a ser aceptado por el grupo, convierto a la droga en “buena para mí”.

Una auténtica formación ética ayudará a no juzgar las cosas según los propios gustos y circunstancias del momento. Robar siempre será malo; matar, igualmente; la drogadicción, también, porque va en contra de mi persona, aunque momentáneamente me aporte ciertos “beneficios”.

Si no enseñamos a nuestros niños y jóvenes a actuar con base en principios éticos, y a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, se harán ellos solos vulnerables a todo tipo de abuso en su contra. Los principios éticos son los que custodian la dignidad de la persona. Quien no los sigue, paga en sí mismo las consecuencias.

A todos nos corresponde parte de esta alfabetización ética. No es una simple tarea de la familia o de la Iglesia. La escuela y la sociedad han de involucrarse también para erradicar esta enfermedad de nuestros tiempos. Si bien es preciso que los padres de familia hablen de estos temas con sus hijos, igualmente será necesario que lo hagan los profesores, las canciones, los comerciales, las películas y las series de televisión.

Necesitamos unir las fuerzas de todos para lograr el 100% de alfabetización ética, pues sin ella el ser humano se destruye a sí mismo. Éste es un tipo de violencia muy grave: la que la persona se infringe por ir en contra de su propia dignidad, y de la que nunca se oyen denuncias. Hay que enseñar y ayudar a nuestros niños y jóvenes a respetarse a sí mismos. El analfabetismo ético es una injusticia muy seria, por lo que su erradicación ha de convertirse en una prioridad para nuestras sociedades, si queremos realmente equipar a nuestros hijos de los elementos básicos para salir adelante.

[1] Esto mientras no se trate ya de un problema de adicción o de enfermedad.

Tomado de Pedagogía en casa: claves para una buena educación en el ámbito familiar, de Liliana Esmenjaud, ed. Limusa.

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Esferas de la personalidad

Esferas de la personalidad

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Capacidad social

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Las personas con capacidad social presentan algunas de las siguientes competencias:

  • Inspiración: Estas personas:
    • impulsan a la gente con una visión convincente o una misión compartida;
    • encarnan lo que piden de los demás y se muestran capaces de articular un objetivo común de modo que los demás se sientan estimulados;
    • transmiten la sensación de que todos trabajan por un mismo fin.
  • Influencia: Estas personas:
    • son convincentes y seductores cuando dirigen a un grupo.
  • Desarrollo de los demás: Estas personas:
    • muestran un interés sincero por las personas a las que ayudan y comprenden sus objetivos, sus puntos fuertes y sus flaquezas;
    • pueden hacer aportaciones oportunas y constructivas;
    • tienen madera de mentores o coaches.
  • Capacidad de impulsar el cambio: Estas personas:
    • saben reconocer la necesidad de renovación, poner en tela de juicio el statu quo y defender el nuevo orden;
    • pueden respaldar el cambio con convicción incluso aunque se encuentren con grandes obstáculos y saben argumentar bien sus opiniones;
    • encuentran formas prácticas de superar los impedimentos con los que se topan.
  • Gestión de los conflictos: Estas personas:
    • saben escuchar a todas las partes, comprenden los distintos puntos de vista y encuentran un ideal común que todo el mundo pueda defender;
    • sacan el conflicto a la superficie, recogen los sentimientos y las opiniones de los implicados y luego redirigen la energía hacia un ideal común.
  • Trabajo en equipo y la colaboración: Estas personas:
    • generan una atmósfera de armonía y son personalmente un modelo de respeto, atención y cooperación;
    • dirigen a los demás a un compromiso activo y entusiasta con el esfuerzo colectivo y construyen concordia e identidad;
    • dedican tiempo a forjar y cimentar relaciones estrechas.

Tomado del libro «Liderazgo:  el poder de la inteligencia emocional» de Daniel Goleman, Ediciones B, pp 147-148.

Inteligencia Emocional

Capacidad social

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